Es más, o menos frecuente que tengamos una relación un tanto peculiar con el dinero. Yo mismo crecí con la idea de que quien tenía dinero era porque lo había robado… así de fácil y así de directo. Sin compartir conscientemente esta creencia, lo cierto es que, a fuerza de oírla, sí formaba parte de mí.
El dinero, necesario para vivir –que no para “sobrevivir”, cuidado incluso con qué consideramos necesitarlo…-, sencillamente “no es malo”.
Querer tener dinero está bien porque está bien querer hacer cosas y, algunas, cuestan dinero.
Si nuestra relación con el dinero se fundamenta en una creencia negativa y lo asociamos a “algo malo”, vamos a tener problemas con él siempre. O nos faltará –o eso creeremos-, o no ganaremos lo justo –o eso creeremos-, o lo malgastaremos –o eso creeremos-…
Puesto que estamos hablando de emprender –y ya hemos destacado en capítulos anteriores cómo relacionarnos con el dinero-, no hemos de olvidar que la manera más común –que no única-, de poner precio a nuestro trabajo, a nuestro producto, a nuestros servicios, es con dinero.
Poner precio a lo que hacemos, cuando somos nosotros mismos quienes hemos de hacerlo, a veces nos cuesta mucho, aunque tengamos en cuenta el precio de mercado de nuestro producto o de nuestros servicios. Por lo general, nos cuesta a raíz de nuestra manera de “ver” el dinero y de vernos a nosotros mismos en relación con él. Podemos llegar a pensar “¿nos lo merecemos?”.
Y se me ocurre preguntar, ¿por qué no vamos a merecerlo? ¡Claro que lo merecemos!
No tenemos que avergonzarnos de querer tener dinero, mucho dinero. Lo que nos tiene que hacer reflexionar es en que queremos empeñar este dinero.
Si el éxito llega con facilidad a medida que tengamos clara la razón por la que queremos ese éxito, con el dinero pasa casi lo mismo.
Hay un ejercicio interesante que suelo proponer cuando me doy cuenta de que mi cliente no consigue arrancar su negocio porque tiene un bloqueo con el tema del dinero. Este ejercicio me lo apliqué a mí mismo en su día, y, en mi caso, representó un antes y un después, así que, con mucho gusto, te voy a contar en qué consiste.
Imagínate que en este momento te entrego 5 millones de euros. en efectivo. Listos para ser gastados.
¿Sabrías decirme en que te gastarías estos cinco millones de euros?.
Probablemente para contestarme vas a tener que reflexionar un poco, porque has de ser capaz de distribuir esta suma de dinero entre todos los objetivos que quieres alcanzar con ella.
Nada es bueno y nada es malo en este juego. Pero todo puede estar más o menos cerca de lo que tú de verdad quieres.
¿A qué me refiero?
Me refiero a que, a veces, es complicado ir detectando nuestras verdaderas necesidades porque la vida nos ha obligado a enfrentarnos con situaciones que, probablemente, han distorsionado nuestras prioridades.
Imagínate una persona que, por circunstancias de la vida, se ha visto obligada a vivir en una casa muy pequeña. Es probable que, por esta experiencia, delante de este juego, decida gastarse más de la mitad del presupuesto en un hogar fabuloso. No es que esta persona necesite una casa de millones de euros para ser feliz, lo que pasa es que su “sed” de vivir en un lugar digno la está llevando, hoy, a dar a este factor una importancia más alta que la que probablemente tendría si hasta hoy hubiese vivido en una casa que, por lo menos, le hubiese parecido digna.
A esto me refiero cuando te pido a que tengas cuidado a la hora de dividir estos cinco millones de euros. Te invito a que analices, de verdad, si el objetivo que estas declarando es ecológico contigo mismo. Si no hay, a tu forma de ver, filtros o situaciones que están influyendo más de la cuenta en tu decisión.
Repito, ninguna decisión que tomes será buena o mala. Pero es importante que hagas esta distribución de los 5 millones de euros de la mejor forma posible, hasta que hayas completado tu “lista de la compra” habiéndote gastado hasta el último céntimo del presupuesto que te he entregado.
Una regla del juego importante: cada cosa que apuntes en tu lista, intenta describirla en todos sus detalles. Me refiero a que no vale decir que quieres gastarte medio millón de euros en un viaje. Necesitas escribir dónde irás, con quién, cuánto tiempo durará… Lo mismo para una casa. No será suficiente decir que quieres una casa nueva. Te invito a que intentes visualizarla en todos sus detalles. Cómo será, dónde estará etc…. Y así con cada cosa que anotes en la lista.
De la misma forma, si decides donar parte de este dinero para una causa, la que tú quieras, será importante definir cuál y que te gustaría que se hiciera con ella.
Una vez que tengas hecho este ejercicio, te invito a que dediques, desde ahora y durante los próximos dos meses, unos minutos cada día para tomar en cuenta, una a una, las cosas que hay en tu “lista de la compra”. Lee una, siéntela, imagina en la situación de haberla comprado ya…. ¿Qué ves? ¿qué sientes al conectar con esta situación tan anhelada?… Una vez sientas dentro de ti un “click”, un pequeño escalofrío, entonces ya está… sal de este breve sueño y vuelve a la vida real.
Puede que te estés preguntando a que sirve todo esto.
Sirve para que empecemos a mirar la vida con un espíritu de abundancia. A que no nos avergoncemos por tener sueños grandes y, sobretodo, a que tomemos conciencia de cuántas veces hemos ahogado nuestros sueños diciéndonos a nosotros mismos. “esto no lo podré alcanzar nunca porque no tengo dinero”.
Obviamente, no te estoy diciendo que con este simple juego te harás rico del hoy para mañana –tampoco es el objetivo-. Lo que sí te aseguro es que cambiará radicalmente tu forma de ver el éxito y la medida y manera con la que puedes alcanzar tus sueños.
¿Qué he experimentado personalmente y con clientes que han querido seguir este simple ejercicio? Pues que, mágicamente, hemos empezado a darnos cuenta de cuántas oportunidades había a nuestro alrededor para ir poniendo en marcha nuestro negocio. O nos ha llamado alguien que nos ha propuesto una colaboración o, simplemente, nuestro cerebro ha empezado a generar ideas creativas que nos han ayudado a salir de una situación estancada…
Muchas veces me he encontrado con personas que me decían: “con que consiga tener unos ingresos mensuales suficientes para ir tirando ya estaría más que satisfecho” … ¿Por qué limitarte? Porque no intentar ver más allá e imaginarte con unos ingresos que, además de garantizarte una vida serena a ti y a tu familia, te permitan ayudar a los demás en una causa que te haga sentir útil y feliz.
Acostumbrémonos a pensar en grande: el dinero no es malo. El problema es no tener claro, en todos sus detalles, en qué gastaríamos la riqueza que la vida y nuestro trabajo nos podrían generar.
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