Muchos de nosotros hemos sido educados en la idea de que “ser egoísta es malo”. Pues bien, vale la pena matizarlo y, sobretodo, ver el lado “positivo” del egoísmo. De hecho, a propósito de este concepto, circulan distintas interpretaciones.
La primera a la que me he referido. habla de un “egoísmo moral”, de esas acciones que llevamos a cabo en favor de nuestro beneficio sin tomar en consideración al otro y bajo riesgo de poder, incluso, perjudicar a los demás.
Yo te hablo de un “egoísmo” distinto, en el que rara vez somos adecuadamente educados. Hablo de un “egoísmo biológico”. No quisiera hacerme denso ni académicamente excesivo, pero existe una amplia bibliografía que se plantea estas cuestiones.
Simplificando este complejo universo de interpretaciones, la que yo hago se ajusta a un principio, en mi opinión, tan básico como fácil de exponer: “si uno no está bien consigo mismo, no puede dar a los demás”. O lo que es casi lo mismo: “si uno está bien consigo mismo, puede dar a los demás”.
Hay momentos en los que se hace, no recomendable, sino necesario, que uno se ocupe, en primer lugar, de sí mismo. Y ha de hacerlo sin sentirse culpable porque “¡el egoísmo no es malo!”.
Si me ocupa de mí mismo, si me pongo en forma y me sitúo en mis mejores condiciones, entonces estaré en disposición de ayudarme a mí mismo y de ayudar a otros: podré dar sin agotarme, sin quemar mis propias posibilidades, sin minar mi fuerza y mis recursos. Al contrario, si ayudo a otros, si doy, desde mis mejores condiciones, entonces me alimentaré de una energía renovada.
Si un par de buzos han de sobrevivir con el oxígeno de una sola bombona, no puede ser que uno haga aspirar continuamente al otro, porque entonces, éste irá perdiendo fuerzas, se terminará ahogando y, además, probablemente se convertirá en una peligrosa carga para el superviviente.
Oxigenémonos bien y, con los pulmones en condiciones y las células a punto, podremos seguir ocupándonos de nosotros mismos y también de quien nos necesite, y cuando salgamos a la superficie, ambos lo celebraremos.
Cuando un avión va a despegar, ¿qué nos explican los auxiliares de vuelo?, ¿qué hay que hacer en el desgraciado caso de que se descuelguen las mascarillas de oxígeno? Primero tenemos que ponérnoslas a nosotros mismos, cada cual la suya, para así poder, después, ser de ayuda a los demás.
A menudo me llaman oenegés o asociaciones, cuyos fines sociales son muy próximos a los míos, y me piden que les ayude a definir su estrategia de comunicación o que les desarrolle una web.
Cuando me ocurre esto, siempre tengo que realizar un esfuerzo sobre mi tendencia a ayudar a todo el mundo. Además, en estos casos, hay un fin social que para mí es importante… Entonces, he de recordar que estamos hablando de mi trabajo, y que, el día que gane la lotería, entonces seguiré haciéndolo completamente gratis para las causas que despiertan mi preocupación e interés. Pero, mientras tanto, no puedo sentirme culpable por dar un valor dinerario a lo que hago, aunque sea para una ong.
He de reforzar mi empresa porque de su capitalización depende mi supervivencia y, sobretodo, mi futuro, y no puedo ni debo poner en peligro mi futuro en favor de un proyecto –cuestión distinta es que, en estos casos, decida aplicar una tarifa distinta-. Con el tiempo, consolidada mi posición y con un amplio capital sustentándome, entonces podré, cómo no, dedicar todos los recursos a mi alcance en todos los proyectos sociales que decida.
A veces, sólo es una cuestión de tiempos. Si doy antes de tiempo, me arriesgo a no poder dar en el futuro.
Otras veces, la situación es más sutil y, a priori, puede parecer más difícil de manejar. Es cuando te das cuenta de que, detrás de la petición de un cliente, hay un abuso de tu tiempo y, en general, de tu servicio. Pasa con bastante más frecuencia de lo que podemos pensar. No te preocupes: cuando detectes esta situación, levanta la mano y toma la iniciativa de volver a organizar la relación “proveedor-cliente”, recuperando el equilibrio. Es muy saludable para todas las partes: para tu proyecto, desde luego, y, por ende, para el proyecto de tu cliente.
Concluyendo…. Cuando estés trabajando para hacer crecer tu negocio, intenta concentrar todas tus energías en tu negocio. Ya llegará el tiempo en el que tu volumen de trabajo –y de facturación-, te permitirá empeñarte para ayudar los demás. Si lo haces antes, es probable que este momento nunca llegue y al final, no ayudándote a ti mismo, nunca serás capaz de ayudar a los demás. Una cuestión de tiempos.
¡Gracias por ayudarme a compartir este contenido en tus redes!
¿Tienes un proyecto que desarrollar y no sabes por donde empezar?
¿Te gustaría hacer crecer una alternativa a tu actual empleo y transformarla en un realidad viable dentro de unos años?
o simplemente….
¿Te guraria tener mi punto de vista sobre tu proyecto?
¡Contáctame sin compromiso y hablamos!
¿A que estás dispuesto?
Calle Alameda 22,
28014 Madrid